Casi nunca sentimos que estamos en un campo de batalla. Por lo general, vamos por nuestra vida como si no nos encontráramos en medio de una lucha épica entre el bien y el mal. Y no quiero decir que debemos vivir en una paranoia espiritual, pero un aspecto crítico de la identidad del cristiano es reconocer que estamos en una constante lucha en contra de los poderes que se oponen al evangelio, a su crecimiento y a su participación en la misión de Dios.
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