¿Cuántas veces hemos perdido el control y nos hemos airado hasta con Dios? Las cosas que no podemos controlar nos hacen sentir impotentes. La impotencia muchas veces se manifiesta en enojo, en ira. ¿Será posible redirigir nuestro coraje para que en lugar de que afecte nuestra relación con Dios y con otros, nos ayude a crecer?